Los pies: El frotar los pies tanto para el acto sexual como si se trata de relajar, tiene un gran efecto placentero. Utilizar algún aceite de masajeo o crema para el cuerpo, comenzando frotando (con presión para no hacer cosquillas) cada uno de los dedos hasta llegar al talón. Si los pies están limpios, el estimular con la boca los dedos más pequeños resulta estimulante.
Una de las razones por las que las caricias resultan tan poderosas y son gozadas tanto por las mujeres es que las excitan y relajan, preparándolas para el coito. Para las mujeres, el coito solo es bienvenido cuando se siente dispuesta y han tenido suficiente estimulación para que la vagina se lubrique y dilate a fin de recibir el pene. Sin la oportunidad de elevar el nivel de hormonas sexuales a través de una estimulación sexual adecuada, el coito puede ser muy incómodo para ella.
La mayoría de los hombre subestiman cuanto tiempo lleva este proceso, ya que sus propias erecciones se dan con mucha mayor rapidez.
La mayoría prefiere recibir las caricias iniciales en otras zonas que no sean en los pezones y genitales hasta que comienzan a excitarse; luego le serán placenteros. Sólo cuando una mujer se ha excitado lo suficiente desea que su pareja acaricie sus genitales. El gusto de las mujeres no es universal, pero la mayoría prefiere que las caricias genitales sean suaves y que los movimientos adquieran fuerza y vigor solo cuando están a punto de alcanzar el orgasmo.
Del monte púbico arrancan los labios mayores que llegan hasta el ano y ocultan la mayor parte de los genitales. Aunque su función básica es protectora, responden al tacto y a la presión y se hinchan con la excitación.
Los labios menores se unen por la parte superior formando el capuchón del clítoris y acaban a cada lado de la apertura vaginal. Poseen multitud de terminaciones nerviosas, son muy sensibles y con la excitación cambian de color y de tamaño. Su estimulación puede llevar a la mujer al orgasmo.
A medida que la mujer se excita y se aproxima al orgasmo, el glande se gira 180 grados y se retrae, porque los tejidos que lo rodean aumentan de tamaño y lo envuelven.
Al contrario que los hombres, las mujeres necesitan que la estimulación sea constante para que no se interrumpa su clímax o no pierdan intensidad, por lo que es adecuado mantener el estímulo hasta que ella lo diga.
Suele pasar que la penetración vaginal se produzca mucho antes de que la mujer esté lo suficientemente excitada, pues suele tomarse erróneamente como medida cuando ésta se encuentra lubricada; la señal exacta de excitación sexual es cuando su vulva y, sobre todo, los labios menores y el clítoris estén turgentes (congestionados de sangre). El hombre no debe apresurarse a penetrar con los dedos a no ser que la vagina se encuentre suficientemente húmeda, , en cuyo caso introducirá el dedo con la palma de la mano hacia arriba, moviéndolo lentamente (como si estuviera llamando a alguien con los dedos índice y corazón para que se acerque), acariciando la parte interna de la vagina, conocida esta zona como punto G o punto Grafenberg. A mayor volumen, mayor sensibilidad y más posibilidades de placer. De hecho, el orgasmo no es más que la consecuencia de liberar la tensión acumulada por la congestión sanguínea en la zona genital.
Después de alcanzado el clímax, todo el aparato genital femenino necesita de 5 a 10 minutos para recobrar su volumen normal, que es el tiempo que requiere la sangre para dispersarse, motivo por el que muchas mujeres pueden tener más de un orgasmo. Por el contrario, en el hombre, tras la eyaculación, se pierde rápidamente la erección y, salvo en la adolescencia, necesitan de cierto tiempo (denominado período refractario) para volver a excitarse.
También al igual que sucede en el hombre (el conocido como “dolor de huevos”), ellas también necesitan llegar al orgasmo tras un largo periodo de excitación sexual para no sufrir molestias físicas.
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