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El lenguaje de la luz

La luz lo es todo en fotografía. De la forma que incida la luz (ya sea natural o artificial) dependerá el resultado que obtengamos. Las fotografías son bidimensionales, es decir, poseen un alto y un ancho, pero lo que fotografiamos es un entorno tridimensional (alto, ancho y profundidad), así que necesitaremos recurrir a algún tipo de información adicional para transmitir lo más fiel posible las sensaciones de un entorno tridimensional a un papel bidimensional. Esto se consigue mediante las variaciones de luces y sombras en la imagen. Así pues, podemos decir que las sombras y las variaciones tonales son las encargadas de crear volumen y profundidad en nuestras imágenes.

La calidad y dirección de la luz más adecuada para revelar la forma depende hasta cierto punto del motivo. La oblicua luz del sol de la mañana pone de manifiesto las formas angulosas de los edificios. Si deseamos mostrar formas suaves y redondeadas será necesario una luz más suave como la de un día gris. Un sol intenso dará imágenes casi planas y sombras duras y profundas. Si deseamos obtener un resultado equilibrado es preferible una luz suave o ligeramente difusa.

Una luz frontal da vida a los colores, pero al eliminar las sombras resta profundidad y volumen, por lo que conseguiremos fotos planas.

La luz lateral da profundidad y dimensión. Produce sombras, creando sensación de relieve, volumen, y textura. Cuanto más fuertes sean las sombras, mayor sensación de profundidad, pero ojo con esto, ya que en un retrato profundizará también las arrugas y defectos de la cara... y eso no siempre resulta agradable al retratado.

forma

Con el contraluz, se logran imágenes fuertes y dramáticas, pero es la fuente de luz más difícil de dominar. Provocan siluetas y sombras intensas. El agua se llena de reflejos. El sol escondido entre las nubes consigue efectos dramáticos.
Para generar siluetas, debe medirse la luz del entorno, de forma que quede más iluminado que el sujeto; la exposición se ajustará para el área más iluminada del fondo.

Con luz posterior combinada con objetos translúcidos, se logran efectos vivaces y llenos de color.

Al fotografiar sujetos/objetos puede ser determinante el lograr resaltar su textura cuando ésta es parte importante de su "personalidad". Con una iluminación correcta se pueden hacer resaltar superficies rugosas con todo el detalle de su textura o bien revelar texturas muy delicadas en superficies que a simple vista parecerían lisas

textura En general, para mostrar la textura, la luz debe incidir en ángulo oblicuo o ser rasante para iluminar cualquier pequeña protuberancia y crear sombras en los entrantes. La calidad de la luz también es importante, las superficies de textura delicada necesitan una luz más suave y difusa para hacer resaltar sus características que las superficies rugosas. Las zonas claras y las sombras densas producidas por una luz muy fuerte disimularán los detalles más delicados, pero dicha luz puede ser adecuada para superficies brillantes.

Otro factor que ayudará a dar vida a nuestras imágenes es el contraste con el que las dotemos. El contraste es la diferencia entre el brillo y la oscuridad. Una iluminación de alto contraste es viva y direccional, resalta las zonas de luz de una escena y oscurece las sombras, lográndose colores saturados, detalles nítidos y sombras marcadas. Es adecuada para paisajes y objetos, pero INADECUADA para retratos.

La luz de bajo contraste es ideal para retratos. En un día soleado se puede suavizar el contraste situando al modelo en una sombra clara. Igualmente, éste tipo de luz es ideal para primeros planos de motivos de gran colorido (flores...) o para obtener una sensación "suave" en la fotografía.

Igualmente, hemos de tener en cuenta la temperatura de color de la imagen (el color de la luz), que puede ser cálido (en días claros existe una gran combinación de éstos colores al sol y de sombras azuladas) o fríos (zonas sombreadas). Lógicamente, en fotografía en blanco y negro éste detalle es completamente inútil.

El sol, una vela y un carbón incandescente producen todos ellos luz al irradiar calor, pero por supuesto, tanto la intensidad como el color de la luz que irradia cada uno de ellos es completamente distinto, ya que la temperatura a la que cada uno llega al estado de ignición varía enormemente. Como resultado, cada fuente irradia una mezcla distinta de longitudes de onda, lo que produce sustanciales efectos sobre los colores de los objetos iluminados.

Las fuentes luminosas pueden codificarse según su denominada "temperatura de color", dada en grados Kelvin (K). Ésta temperatura se refieren al color de la luz producida, no a la temperatura física de la fuente. Así pues, los colores fríos (azules, verdes y colores fuertes y oscuros) tienen una temperatura de color superior a los colores cálidos (rojos, amarillos, anaranjados y colores pasteles; al amanecer o con la puesta de sol es cuando la luz es más cálida).

temperaturacol

 

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